sábado, 26 de septiembre de 2015

Con cuantas personas estamos y con que pocas somos.

Dicen que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una mano y llevan toda la razón. En tu vida te cruzarás con cientos de personas, unas pasarán de largo, otras significaran mucho para ti hasta que desaparezcan y otras se quedarán a tu lado para siempre. Pero no te asustes, que este “para siempre” del que hablo no es del que se acaba a la más mínima, no. Hay personas con las que eres tú mismo de tal forma que sientes que son como tu hogar. Personas con las que podrás tener miles de diferencias y enfadarte otras tantas veces, pero a los cinco minutos volver a ser inseparables. Personas que no ves todos los días, pero que sientes una conexión en tu interior que hace que siempre vayan contigo. Personas con las que sobran las palabras y basta una sonrisa o una mirada. Personas que significan tanto que nunca sabrás como separarte de ellas.

Yo, por suerte, sé lo que es tener esa clase de personas en tu vida. Sé lo que es sentirte más segura por tenerle a tu lado. Tener a esa clase de persona con la que sientes que los corazones van al mismo ritmo, porque estáis conectadas. No sé si me estoy explicando bien o no, pero es un poco complicado, porque no sé muy bien como decirlo. Y es que a lo largo de mi corta vida, me he dado cuenta de a quien quiero tener “para siempre” en mi vida y a quien. Que quienes se fueron, lo hicieron para no volver y por eso no merecen que les de importancia. Desaparecieron, se esfumaron y dejaron la puerta abierta para que entraran personas tan magnificas como las que tengo hoy junto a mí. Y eso es suerte. Saber que hoy, mañana y pasado van a permanecer conmigo. Que sepan que hoy, mañana y pasado voy a permanecer con ellas. Que caer no duele tanto si están ellos, que la vida es mucho más bonita con la melodía de sus risas. Que las lágrimas más bonitas que jamás se hayan llorado en el mundo, sean las de los ataques de risa.


Personas que te acercan, cada vez más, a la felicidad. Personas que en tus días de pena, aparecen con la sonrisa más grande del mundo y hacen que te entren ganas de sonreír. Personas que no van a irse de ti, porque sabes que nunca, nunca jamás, dejarás que se vayan.

martes, 22 de septiembre de 2015

Carta de despedida.

Te he escrito una carta, pero aun no sé qué hacer con ella, puede que en lugar de que la tires tú, sea yo quien acabe rompiéndola. Porque dártela sería volver al principio, aunque es lo que necesito, sería ilógico. Si fui yo quien dejó las cosas pasar y mandarlas a tomar vientos, debería seguir dejándolas pasar. Pero cuando dejo las cosas pasar, pues no sé decirte muy bien qué es lo que pasa, porque pasas tú.

“Hola grandullón,                                                        21 de septiembre 2015

Supongo que te preguntarás qué hago escribiéndote, yo también. Puede que no tenga nada nuevo que decirte, pero ¿qué quieres que haga? Llevo algún tiempo evitando hablar sobre lo mucho que te quiero o lo mucho que te echo de menos, más que nada porque cuando alguien preguntaba, yo respondía con un: “Ahí va”, y ya no preguntaban más. Y ahí iba. Los primeros días sin ti fueron los más sencillos. Suena raro, pero yo tampoco es que sea muy normal. Luego, volvió ese vacío, pero me fui y desconecte de todo lo que pudiera llevar tu nombre. Y no me fue nada mal, por lo menos iba, que es lo importante. Por eso cuando llegó tu cumple, decidí llamarte y cuando hablé contigo me sentí bien, no sentí tristeza por no tenerte al lado. Y entonces lo comprendí. Te había pedido un tiempo a ti, cuando me lo tenía que dar a mí. Porque dejar de hablar contigo no servía de nada si seguías en mi mente. Por lo que decidí llamarte de nuevo y decírtelo, pero no lo cogiste. Intente hacerlo los días siguientes, pero tampoco lo hiciste. Así que decidí esperar a volver a casa y mandarte un WhatsApp, la única forma que tenia de decirte y explicarte que ese tiempo ya no lo necesitaba, ni lo quería. Tampoco respondiste. Intenté averiguar si tú sí lo querías, tampoco respondiste. Algo que me tome como un sí, pero que no entendí (ni entiendo) por qué no respondiste. Tiempo tenías de sobra para enviar un “sí”, porque, además de que no cuesta nada, cuando algo te importa sacas tiempo hasta de donde no lo hay.

Esta vez lo he intentado de verdad, lo de olvidarte digo. Hasta intente buscarte olvidarte en otros labios, pero claro, no llevaban tu nombre. Aunque solo sirvió para pensarte más. Hasta deje de escribir y escuchar música. Pero no sé cómo lo haces, que aun sigues en mí. No es que me joda no haberte olvidado, al fin y al cabo no era mi fin. To con que dejara de doler me conformaba, y lo hizo por un tiempo, más que nada porque quise creer que no dolía y llegué a creérmelo, pero si fuera cierto no estaría escribiéndote.

Hasta hoy eras tema tabú para mí. Pero sabía que tarde o temprano alguien iba a preguntarme de verdad por esto, dándome (sin intención de dañar) donde más duele, en aquel viernes 12 de junio. Sobre todo porque estoy igual que ese día, pero hago mejor cara. Bueno, no sé ni para que te cuento como estoy, si es lo menos.

El caso es que sigo esperando respuestas. Al final acabo viendo fantasmas porque que no respondas, también es una respuesta y con eso lo dices todo, nada bueno (para mí) por supuesto.

Sigo sin saber qué hago escribiéndote. Sé que lo único que parece es que siga insistiendo en algo que simplemente “no puede ser”. Pero no. Tampoco quiero decirte que te quiero. Solo quiero explicaciones.

Es que joder, te odio. Te has metido en mí, ¿eres consciente de lo que eso significa? Que yo ya no soy más que tú. Esto se está complicando demasiado y yo vuelvo a no saber qué hacer. Si ni siquiera te veo. Has vuelto a convertirte en lágrimas, pero es que llevaba mucho tiempo mintiéndome y, a mí, mentir no se me da nada bien.

Por cada palabra que escribo más injusto me parece esto para ti. Pero yo, ¿qué hago? ¿Volver a joderme? ¿Callarme? Estoy segura de que es lo que debería hacer, porque al fin y al cabo la única que ha metido la pata en esto he sido yo, enamorándome de ti.

Me encantaría saber porque sigo pensando que vas a venir, aunque sea muy de vez en cuando. Pensarlo ya no es tener esperanza, es ser gilipollas.

Lo hemos hablado todo, tantas veces y yo aún sigo teniendo cosas que decir. Cosas que acabaran en la basura o en el olvido, todavía no sé qué es peor.

¿Por qué no contestaste? ¿Por qué hemos estado cara a cara y no me has dicho nada? ¿Por qué tengo la sensación de que prefieres que siga alejada un poco más? ¿Por qué cuando no tocamos este tema estamos tan de puta madre? ¿Por qué me dijiste que si que podrías, luego me dijiste que no y luego que no lo sabias? ¿Por qué nunca vas a preguntarme como me va, aun habiéndome dicho que lo harías? ¿Por qué me he enamorado de ti? ¿Por qué no puedo hacer como si no hubiera pasado nada? ¿Por qué tú sí? ¿Por qué tengo que echarte de menos? ¿Por qué has vuelto a convertirte en lágrimas? ¿Por qué parece que te has ido, pero luego vuelves, continuamente? ¿Por qué pareces marea? ¿Por qué no vas a contestar a nada de esto? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Mira que me prometí no volver a hablar sobre esto contigo y mírame. Si te escribo no es porque no pueda decírtelo a la cara, es que si antes no tenías tiempo, ahora mucho menos. Por eso y porque odio llorar delante de ti y más si lo hago por ti.

Lo siento. Sigo sin olvidarte y estoy consumiéndome de nuevo. Siempre vuelvo a escribirte y a decirte todo lo que ya sabes y que te da igual. Siempre soy la pesada de turno. Siempre parece que no pueda dejar de insistirte. Pero yo ya no quiero enamorarte, ni pedirte que me quieras. Solo quiero que respondas y no volver a sacar este tema en mucho tiempo. Para una vez que lo que de verdad quiero es olvidarte y no que me quieras.

Que he hecho muchas cosas mal, o a lo mejor no; no sé, eso lo sabes tú, dímelo.

P.D: en el mundo al revés ya no te quiero. Qué pena que no sea el mundo en el que vivimos.


                                                                                                                                          A.”

lunes, 21 de septiembre de 2015

Si me miras verás lo rota que me siento.

¿De verdad esto es lo mejor que puedo hacer? ¿Dejar pasar todo por lo que me como la cabeza? No suena muy convincente, que puedo pasar de todo en cuanto me rodea y dedicarme a... no sé muy bien a qué. Si es que, esto es lo que pasa cuando no tienes ni idea de qué hacer. Que no sabes si haces bien o mal; que si lo que haces es lo que de verdad quieres o no. Y al final acabo como siempre, envuelta en miles de preguntas, envuelta en miles de pensamientos y todo sin una respuesta, sin un por qué. Lo que pasa es que se me van acabando las ganas y me entran ganas de enfadarme con todo y todos los que me recuerdan a ti; y al final acabo envuelta en un montón de mierda, que solo me lleva a sentirte más fuerte. Supongo que una acaba hartándose. Que le den a todo. Que le den a la vida, que me den a mí. La gente jamás entenderá que pueda estar así por ti.
¿A qué me refiero con estar así? No tengo ni idea, no sé cómo me siento. Bueno, en realidad sí que lo sé, solo que no es como quiero sentirme, ni cómo quieres que me sienta. Pero mira, al menos seré sincera conmigo misma. Estoy consumiéndome, de nuevo, por dentro. Ya no quiero evitar hablar de ti, no quiero retener esto que grito en mi interior, ya no quiero mirarte como si no pasara nada. Ya ves, mi récord de no llorar por ti ni siquiera ha llegado a dos semanas. No puedo evitarlo, por cada palabra que escribo cae una y otra, y otra más. Podría hacer como que todo va bien, si realmente lo fuera. Pero por más empeño que le ponga no te vas de mí. Echo de menos escribirte, a ti; no a un estúpido blog. Echo de menos no coger una hoja, un boli y empezar a escribirte, volver a dejarme llevar por lo que llevo dentro. Contarte que los días sin ti se me están haciendo largos e insípidos. No sé, hacer como antes. Soltarte un rollo sobre lo mucho que te quería y lo poco que me importaba el resto del mundo cuando te tenía delante. Sí, no sé, decirte que me estas jodiendo y que te odio por esto, pero perdonarte a la mínima sonrisa. Porque cuando te escribía esas cartas y te las daba, no hacía nada más que vaciarme de ti y respirar. Aunque no tardara en llenarme de ti, pero ayudaba. Supongo que para todo el mundo, lo que estoy haciendo es lo mejor que puedo hacer. Ser fuerte, pasar página y guardarme todo. Y estoy segura de que es lo mejor, pero me estoy destrozando por dentro. Y aquel vacío no puedo volver a sentirlo, porque no creo que pueda resistirlo. Que te echo de menos. Que te quiero. Que no quiero seguir insistiendo, porque no llego a ningún sitio, más que a la basura recordándote todo lo que sabes de sobra. Pero me estoy apagando. 

viernes, 18 de septiembre de 2015

Permaneces inmovil en mí.

Me encuentro a 34 kilómetros de distancia de donde tú estés. Una distancia constante de la que no me deshago por más que avance. Una distancia que te sirve de excusa para no quererme. No es la única excusa: tengo el vicio malo de decir lo que siento cuando lo siento, me río demasiado cuando estoy muy jodida, soy muy pesada cuando alguien que me importa está raro, me refugio en palabras que se pierden en mensajes de madrugada, no sé cuando parar, no tengo freno de mano y suelo estamparme, me pierdo en tus pupilas y me encuentro en tus brazos, grito cuando algo me saca de quicio, cuando estoy realmente enfadada suelto todo lo que me viene a la mente, me descontrolo. Excepto cuando estás cerca. Hasta hoy, eres el único que me ha ayudado a controlarme, a no ver todo negro, aunque a veces me olvide de esto. Llegas y tan solo con tu presencia, me alivias. Pero que, lo cierto es que no hay excusas que escondan la realidad. No hay excusa lo suficientemente buena como para que no me quieras. Solo hay una realidad. No me quieres y tengo que aceptarlo. Y lo acepto.Es algo que tengo claro desde hace mucho tiempo.
Pero no te vas de mi,
sigues siendo tú.
Siempre a 34 kilómetros,
siempre tan lejos y, a la vez, tan cerca.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Que ni el tiempo lo cura todo, ni un clavo saca a otro clavo.

Ya sé que no. Antes solo lo suponía. Me he quedado aquí, en el no morir si estoy sin ti, pero matar por estar contigo. Si ya estaba claro, te lo dije muchas veces. Así que, ¿Qué hacemos? Porque yo podría seguir mintiéndome, al fin y al cabo, no se me da muy mal y puedo sobrevivir. Pero no me basta con eso, porque sobre vivir solo sé que hacerlo contigo sienta de puta madre. Bueno eso y que es mejor ser tú y vivir la realidad que te rodea. Así que  ya va siendo hora de aceptar que te quiero tanto o incluso más que la última vez que te lo dije. Que he vuelto a cerrar las puertas, porque tú no te vas y no quiero que entre cualquiera. Que no quiero dejarme llevar por unos labios que no me digan ni la mitad de lo que me dicen tus ojos y que, además, acaben recordándome que por muchos que bese ningunos serán los tuyos. Que no, que no quiero verme en otras pupilas, ni temblar en otros brazos. Que eres tú y por mucho que quiera que no sea así, eso nunca va a cambiar. Siempre. Siempre, vas a ser tú. Por eso va siendo hora de aceptar que aunque las cosas no cambien, huir de ti podrá borrarte de mi mente un tiempo, pero tú siempre vas a estar en mí.

No sé, supongo que te preguntarás por qué tengo tantas ganas de joderme la vida, porque ya me dijiste que así lo único que hacía era eso. Pero hay una buena respuesta. Y es que resulta, que a lo que tú llamas joderse la vida, yo lo llamo vivir. Porque mira, estoy cansada de decirme que te estoy olvidando, que ya no dueles tanto, estoy muy cansada de eso. Porque ambos sabemos que no es así. Que tú me dices ven y voy, aunque esté moribunda, aunque se me caiga el alma a pedazos; yo voy sin pensármelo, porque sé que tú estás. Porque, aunque no deba de ser así, me salvas. Porque, cariño, aquí nada ha cambiado. Pero tranquilo, no necesito que me quieras, no necesito que vuelvas a decirme lo que hay y lo que no. Solo necesito, de vez en cuando, que me abraces. 

domingo, 6 de septiembre de 2015

Que vivir, no solo es respirar.

Todo esto es una puta mierda. No hay dos palabras más acordes a este desastre. Que cuando piensas que ya tienes suficiente, ¡PUM! La vida se estampa en tu cara y te quedas con la cara de gilipollas más grande del mundo. Y te da asco estar y ser. Y te preguntas por qué. Porque llaman a esto vida, cuando es una puta mierda. A vece te preguntas dónde está el límite, pero no lo encuentras porque no lo hay. Porque no importa lo jodida que estés, puedes estarlo más. Puedes explotar, puedes romperte un millón de veces; que lo malo nunca se acaba. Que lo que duele nunca deja de hacerlo. Y es una puta mierda. Es una puta mierda que te tragues todo, que no puedas hacer nada, que te tiemble el cuerpo, que no derrames ni una sola lágrima, que tengas que calmarte. Porque por dentro estas hasta los huevos, porque ya no puedes más. Porque no. Es que ni siquiera puedes echarle la culpa a alguien y desahogarte, porque nadie tiene la culpa. Las cosas vienen o rectas o torcidas y, joder, últimamente solo vienen de estas últimas. Porque no hay nada que lo arregle, no hay nada que me haga olvidar que esto es cosa de dos días, porque sé que esto es para toda la vida. Y yo siempre he sido una cobarde como para quedarme donde las cosas no me gustan, donde me falta el aire y me tiembla el cuerpo. Porque yo hace un tiempo que lo único que quiero es huir. Lejos. Lejos. Lejos. Olvidarme de todo y poder hacerlo, poder respirar como hace tiempo que no lo hago. 

martes, 1 de septiembre de 2015

Nunca digas nunca porque siempre se arrepiente.

Nunca te diré que intenté verte en otras pupilas. Nunca te diré que te busque en otros labios. Ni que te intenté copiar en otra sonrisa. Nunca te diré que intenté utilizar el enfado para olvidarte y que lo único que hice fue quererte más. Nunca te diré que lloraba todas las noches, incluso cuando decía que no dolía. Nunca te diré que me creí mis propias mentiras para poder vivir la realidad. Nunca te diré que se me aceleraba el corazón cuando alguien decía tu nombre, porque allá donde iba alguien se llamaba como tú. Nunca te diré que las noches se me hacían eternas. Que si no dormía, te pensaba. Que si dormía, te soñaba. Nunca te diré que demasiadas veces fueron las que dude en si marcar tu número de teléfono. Nunca te diré que la playa me hablaba de ti. Nunca te diré que leí y releí miles de veces nuestras conversaciones para poder acabar de entender las cosas. Nunca te diré que intenté alejarme de todo lo que me unía a ti. Nunca te diré que deje de escuchar música porque no había ni una maldita canción que no me hiciera pensarte. Nunca te diré que volví a odiarme a mí misma por llorarte, por no poder tenerte, porque no quieres tenerme. Nunca te diré que todos esos días en los que no te pensé –porque hubo días en los que no lo hice –no sirvieron de nada. Nunca te diré que todos mis planes de futuro lo he hecho lejos de aquí, de lo que en algún momento compartimos, de los sitios que pisamos juntos, de la ciudad que compartimos. Nunca te diré que muchas veces pensé que las cosas no las habías hecho bien. Que muchas veces me pregunte que por qué no te habías alejado de mí. Por qué no habrías cortado por lo sano desde el primer momento. Pero eso solo lo hice cuando quise enfadarme contigo. Nunca te diré que siempre he sabido los días que faltaban para volver a vernos. Nunca te diré que quise dejar de escribirte, pero que no pude. Nunca te diré que quise borrarme de tu vida. Nunca te diré que sigo queriéndote. Porque es innecesario, como yo. Nunca te diré que te echo de menos, aunque se me encoja el pecho cuando los días pasan sin que tú pases.