Te he escrito una carta, pero aun no sé qué hacer con ella,
puede que en lugar de que la tires tú, sea yo quien acabe rompiéndola. Porque dártela
sería volver al principio, aunque es lo que necesito, sería ilógico. Si fui yo
quien dejó las cosas pasar y mandarlas a tomar vientos, debería seguir dejándolas
pasar. Pero cuando dejo las cosas pasar, pues no sé decirte muy bien qué es lo
que pasa, porque pasas tú.
“Hola grandullón, 21 de septiembre
2015
Supongo que te preguntarás qué hago escribiéndote, yo también. Puede
que no tenga nada nuevo que decirte, pero ¿qué quieres que haga? Llevo algún tiempo
evitando hablar sobre lo mucho que te quiero o lo mucho que te echo de menos, más
que nada porque cuando alguien preguntaba, yo respondía con un: “Ahí va”, y ya
no preguntaban más. Y ahí iba. Los primeros días sin ti fueron los más
sencillos. Suena raro, pero yo tampoco es que sea muy normal. Luego, volvió ese
vacío, pero me fui y desconecte de todo lo que pudiera llevar tu nombre. Y no
me fue nada mal, por lo menos iba, que es lo importante. Por eso cuando llegó
tu cumple, decidí llamarte y cuando hablé contigo me sentí bien, no sentí
tristeza por no tenerte al lado. Y entonces lo comprendí. Te había pedido un
tiempo a ti, cuando me lo tenía que dar a mí. Porque dejar de hablar contigo no
servía de nada si seguías en mi mente. Por lo que decidí llamarte de nuevo y decírtelo,
pero no lo cogiste. Intente hacerlo los días siguientes, pero tampoco lo
hiciste. Así que decidí esperar a volver a casa y mandarte un WhatsApp, la
única forma que tenia de decirte y explicarte que ese tiempo ya no lo
necesitaba, ni lo quería. Tampoco respondiste. Intenté averiguar si tú sí lo querías,
tampoco respondiste. Algo que me tome como un sí, pero que no entendí (ni
entiendo) por qué no respondiste. Tiempo tenías de sobra para enviar un “sí”,
porque, además de que no cuesta nada, cuando algo te importa sacas tiempo hasta
de donde no lo hay.
Esta vez lo he intentado de verdad, lo de olvidarte digo. Hasta intente
buscarte olvidarte en otros labios, pero claro, no llevaban tu nombre.
Aunque solo sirvió para pensarte más. Hasta deje de escribir y escuchar música.
Pero no sé cómo lo haces, que aun sigues en mí. No es que me joda no haberte
olvidado, al fin y al cabo no era mi fin. To con que dejara de doler me
conformaba, y lo hizo por un tiempo, más que nada porque quise creer que no dolía
y llegué a creérmelo, pero si fuera cierto no estaría escribiéndote.
Hasta hoy eras tema tabú para mí. Pero sabía que tarde o temprano
alguien iba a preguntarme de verdad por esto, dándome (sin intención de dañar)
donde más duele, en aquel viernes 12 de junio. Sobre todo porque estoy igual
que ese día, pero hago mejor cara. Bueno, no sé ni para que te cuento como
estoy, si es lo menos.
El caso es que sigo esperando respuestas. Al final acabo viendo
fantasmas porque que no respondas, también es una respuesta y con eso lo dices
todo, nada bueno (para mí) por supuesto.
Sigo sin saber qué hago escribiéndote. Sé que lo único que parece es
que siga insistiendo en algo que simplemente “no puede ser”. Pero no. Tampoco quiero
decirte que te quiero. Solo quiero explicaciones.
Es que joder, te odio. Te has metido en mí, ¿eres consciente de lo que
eso significa? Que yo ya no soy más que tú. Esto se está complicando demasiado y yo vuelvo a no saber qué hacer. Si
ni siquiera te veo. Has vuelto a convertirte en lágrimas, pero es que llevaba
mucho tiempo mintiéndome y, a mí, mentir no se me da nada bien.
Por cada palabra que escribo más injusto me parece esto para ti. Pero
yo, ¿qué hago? ¿Volver a joderme? ¿Callarme? Estoy segura de que es lo que debería
hacer, porque al fin y al cabo la única que ha metido la pata en esto he sido
yo, enamorándome de ti.
Me encantaría saber porque sigo pensando que vas a venir, aunque sea
muy de vez en cuando. Pensarlo ya no es tener esperanza, es ser gilipollas.
Lo hemos hablado todo, tantas veces y yo aún sigo teniendo cosas que
decir. Cosas que acabaran en la basura o en el olvido, todavía no sé qué es
peor.
¿Por qué no contestaste? ¿Por qué hemos estado cara a cara y no me has
dicho nada? ¿Por qué tengo la sensación de que prefieres que siga alejada un
poco más? ¿Por qué cuando no tocamos este tema estamos tan de puta madre? ¿Por qué
me dijiste que si que podrías, luego me dijiste que no y luego que no lo
sabias? ¿Por qué nunca vas a preguntarme como me va, aun habiéndome dicho que
lo harías? ¿Por qué me he enamorado de ti? ¿Por qué no puedo hacer como si no
hubiera pasado nada? ¿Por qué tú sí? ¿Por qué tengo que echarte de menos? ¿Por
qué has vuelto a convertirte en lágrimas? ¿Por qué parece que te has ido, pero
luego vuelves, continuamente? ¿Por qué pareces marea? ¿Por qué no vas a
contestar a nada de esto? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Mira que me prometí no volver a hablar sobre esto contigo y mírame. Si
te escribo no es porque no pueda decírtelo a la cara, es que si antes no tenías
tiempo, ahora mucho menos. Por eso y porque odio llorar delante de ti y más si
lo hago por ti.
Lo siento. Sigo sin olvidarte y estoy consumiéndome de nuevo. Siempre vuelvo
a escribirte y a decirte todo lo que ya sabes y que te da igual. Siempre soy la
pesada de turno. Siempre parece que no pueda dejar de insistirte. Pero yo ya no
quiero enamorarte, ni pedirte que me quieras. Solo quiero que respondas y no
volver a sacar este tema en mucho tiempo. Para una vez que lo que de verdad
quiero es olvidarte y no que me quieras.
Que he hecho muchas cosas mal, o a lo mejor no; no sé, eso lo sabes tú,
dímelo.
P.D: en el mundo al revés ya no te quiero. Qué pena que no sea el mundo
en el que vivimos.
A.”