viernes, 30 de septiembre de 2016

Chico marino.

Chico de ojos marinos, no puedo soportarte más. Vas a hacer volar mi corazón por los aires, no puedes dejarme sin aliento y atraer con tanta fuerza a mi mirada, haciendo que todo lo que haya a nuestro alrededor no exista. Eres tan intenso que cuando, simplemente pasa por mi lado, siento como si me hubieras hipnotizado; porque en el fondo lo has hecho. Desde el primer día en que coincidimos esa fuerza me llevaba a ti, como si nos conocieramos desde siempre. Supongo que esas cosas pasan y cuando pasan son geniales, fue genial y lo sigue siendo cada vez que nos cruzamos y la tierra cambia su sentido de giro, haciendo que el tiempo dure un poco más y luego todo vuelve a su normalidad. 
Es el momento y su magia, tus ojos siendo agua y yo queriendo ser orilla. Tu sonrisa tímida y la mia nerviosa, como para unirnos y que la vida no soporte tanta felicidad junta. En fin, chico de ojos marinos, otro imposible en mi vida y yo, aquí, con tantas ganas de ti.

Montaña rusa.

A veces crees que estás volviendo y, en realidad, lo que pasa es que siempre has estado ahí. He estado pensando durante tanto tiempo que nos habíamos perdido que ahora que he visto que no, me has descolocado todo. Aunque bueno, aunque nos hubieramos ignorado me habrías descolocado todo. Hay cosas que por mucho que quieras, no pueden cambiar y las ganas de hacerte feliz superan las ganas de estar feliz. Triste pero cierto, como siempre. Por mucho que hayas aparecido y todos mis sentimientos hayan salido a la superficie, como hacía tiempo que no lo hacían, me he dado cuenta de muchas cosas buenas: la primera, que los dos hemos querido seguir adelante y volver a la normalidad, además de que ninguno tiene rencores y, lo mejor de todo, seguimos conociendonos tan bien como siempre. Creo, que en el fondo, ha sido lo que más ha dolido, saber que después de todo sigues siendo tú la persona que mejor me conoce.

Después de esta montaña rusa que ha sufrido mi cuerpo al verte, nos hemos fundido en un abrazo. Podría decirte que he tenido ganas de quedarme ahí, decirte que, como siempre, el corazón iba a estallarme. Pero no es cierto. Lo necesitaba, no ha sido hasta que ha ocurrido que me he dado cuenta, pero no porque te echara de menos, sino porque necesitaba sentir a alguien a mi lado, notarlo y transmitirnos fuerza y ganas, qué al fin y al cabo es lo que todo el mundo necesita. Lo que tú también necesitabas.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Si solo soy feliz cuando está abierta tu puerta.

Aún recuerdo aquel día, parecía que aunque la vida no nos sonriera mucho nosotros sí lo hacíamos y, es que, era tan bonito el reflejo de tus dientes en mis púpilas. La curva de tus labios me herizaba la piel, aun sabiendo que yo no era la causa de ella. Nunca me he sentido igual desde que nos hemos perdido y, a lo mejor, nunca vuelvo a hacerlo. Seguro que no, porque contigo me sentía yo, me sentía completa, algo irónico siendo tú quien me ha vacíado. El caso es que aún recuerdo ese día, sobretodo porque temblaba como nunca, nada raro siendo tú quien estaba enfrente. Quise despedirme de ti, dándote otro cachito de mí; pero sé que no lo hice bien, sé que no me fui y no hay peor despedida que aquella que no hace más que alargarse. Pero cómo iba a querer despedirme de ti, cómo alguien va a querer no estar a tu lado. Contigo todo cobraba sentido, hasta yo parecía entenderme, pero ahora, ya lo ves, renuncio a ti, le quito un poco de luz a mi vida y sigo como si no me estuviera desangrando. No es fácil porque parece que tu nombre me tira marcha atrás, los recuerdos me piden que vuelva y es díficil ignorarlos cuando te echo de menos.

Quiero creerme cada vez que me digo que me has decepcionado, pero lo cierto es que después de todo he sido yo la que me he decepcionado. Sobretodo cuando no supe renunciar a ti y solo miré por mí, te puse entre la espada y la pared, cogiste la espada, me apuntaste y dijiste; se acabó. A nadie le he dicho lo que ha supuesto para mí todo este tiempo sin ti, porque no quiero admitir que, aunque hayan habido resultados buenos, lo he pasado realmente mal, como nunca antes; te necesitaba, porque siempre habias puesto toda tu confianza en mí y necesitaba seguir teniendo a alguien que me hiciera confiar en mí misma, pero tú no estabas y sentía la soledad dentro de mí, me buscaba y no me encontraba. Quería mirarme por dentro, no había nada y tú seguías sin aparecer. Ya no te importaba lo rota que pudiera estar, el dolor que pudiera haber en mí, porque ya no te importaba. Creo que no ha habido golpe más duro que aquel que sentí cuando te miré a los ojos y no pude reconocerte, porque fue como si nunca hubiera llegado a conocerte de verdad, como si todo el tiempo atrás hubiera sido una mentira. De algún modo u otro tenía que seguir adelante sin ti, pero es que me sentía tan culpable por todo que una parte de mí me decía que no lo merecía; luego comprendí que aunque yo hice cosas mal, tú también y, además, tú parecías estar mejor que nunca. Y me rompías cada vez que nos veíamos e ignorabas mi presencia y reías como antes solías hacerlo conmigo, pero seguía sin importarte el daño que pudieras causarme y tenerte enfrente era un infierno real. Lo sigue siendo, aún sabiendo que como mejor estamos es sin estar.

 Puede que merezca la pena volver, solo por odiar un poco menos el mundo.

Si solo soy feliz cuando está abierta tu puerta.

Aún recuerdo aquel día, parecía que aunque la vida no nos sonriera mucho nosotros sí lo hacíamos y, es que, era tan bonito el reflejo de tus dientes en mis púpilas. La curva de tus labios me herizaba la piel, aun sabiendo que yo no era la causa de ella. Nunca me he sentido igual desde que nos hemos perdido y, a lo mejor, nunca vuelvo a hacerlo. Seguro que no, porque contigo me sentía yo, me sentía completa, algo irónico siendo tú quien me ha vacíado. El caso es que aún recuerdo ese día, sobretodo porque temblaba como nunca, nada raro siendo tú quien estaba enfrente. Quise despedirme de ti, dándote otro cachito de mí; pero sé que no lo hice bien, sé que no me fui y no hay peor despedida que aquella que no hace más que alargarse. Pero cómo iba a querer despedirme de ti, cómo alguien va a querer no estar a tu lado. Contigo todo cobraba sentido, hasta yo parecía entenderme, pero ahora, ya lo ves, renuncio a ti, le quito un poco de luz a mi vida y sigo como si no me estuviera desangrando. No es fácil porque parece que tu nombre me tira marcha atrás, los recuerdos me piden que vuelva y es díficil ignorarlos cuando te echo de menos.

Quiero creerme cada vez que me digo que me has decepcionado, pero lo cierto es que después de todo he sido yo la que me he decepcionado. Sobretodo cuando no supe renunciar a ti y solo miré por mí, te puse entre la espada y la pared, cogiste la espada, me apuntaste y dijiste; se acabó. A nadie le he dicho lo que ha supuesto para mí todo este tiempo sin ti, porque no quiero admitir que, aunque hayan habido resultados buenos, lo he pasado realmente mal, como nunca antes; te necesitaba, porque siempre habias puesto toda tu confianza en mí y necesitaba seguir teniendo a alguien que me hiciera confiar en mí misma, pero tú no estabas y sentía la soledad dentro de mí, me buscaba y no me encontraba. Quería mirarme por dentro, no había nada y tú seguías sin aparecer. Ya no te importaba lo rota que pudiera estar, el dolor que pudiera haber en mí, porque ya no te importaba. Creo que no ha habido golpe más duro que aquel que sentí cuando te miré a los ojos y no pude reconocerte, porque fue como si nunca hubiera llegado a conocerte de verdad, como si todo el tiempo atrás hubiera sido una mentira. De algún modo u otro tenía que seguir adelante sin ti, pero es que me sentía tan culpable por todo que una parte de mí me decía que no lo merecía; luego comprendí que aunque yo hice cosas mal, tú también y, además, tú parecías estar mejor que nunca. Y me rompías cada vez que nos veíamos e ignorabas mi presencia y reías como antes solías hacerlo conmigo, pero seguía sin importarte el daño que pudieras causarme y tenerte enfrente era un infierno real. Lo sigue siendo, aún sabiendo que como mejor estamos es sin estar.

 Puede que merezca la pena volver, solo por odiar un poco menos el mundo.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Abracadabra.

- ¿Si hay truco dónde esta la magia?
- Contigo.


No hay mago,
ni espectaculo.
Estás tú
y el resto del mundo
no importa.

No hay varita,
ni conejo en la chistera;
solo dos corazones
y no son de una baraja.

Adivinas mi As
de trebol
de cuatro hojas
y sigue sin haber
truco.

Es la magia
del destino;
la suerte
de nuestro lado.

Las cartas
sobre la mesa,
la chistera
en la cabeza.

Yo sin trucos
y tú
con tanta magia.
 

jueves, 1 de septiembre de 2016

Es algo que llevamos dentro.

"Qué caras más tristes", dice la canción. Otra vez tú, siempre tú. Con cada canción, en cada pelicula, en cada sueño, en cada rincón: tú. Y la misma pregunta de siempre, ¿qué nos ha pasado? Porque la sinceridad no lo arruina todo, quizás a veces lo complica, pero tú y yo es lo unico que siempre hemos tenido. Yo te quería, yo te quería hacer, yo te quería hacer feliz. Me cuesta decirlo porque no sé cómo una persona tan rota, como yo lo estaba, podía creerse capaz de hacer feliz a alguien; pero una vez lo creí. Porque, también es cierto, que una vez lo fuimos. ¿Acaso no te gustaba cuando te robaba cualquier cosa y me sonreias sabiendo que había sido yo? ¿No te gustó mi fallido intento de flotar en el agua? ¿me estás diciendo de verdad que no te gustaba verme llorar y ahogarme de la risa? ¿me estás diciendo que no hemos tenido momentos increibles? Si es así, entonces ya me toca aceptar que todo este tiempo atrás ha sido una mentira, que te he tenido enfrente pero no eras más que un fantasma, que has sido mi punto de apoyo cuando no hacia más que caer pero no querías salvarme. Si es así, si todo fue fruto de mi corazón, no quiero verte nunca más. Pero si todo lo que he dicho aquí es la mentira más grande que has oído: llámame, siéntate enfrente de mí y pídeme perdón. Aparquemos a un lado los malos royos, sigamos con nuestras vidas y que cuando nos crucemos no tengamos que evitar nuestras miradas avergonzándonos del daño que, sin querer, nos causamos.