Aún recuerdo aquel día, parecía que aunque la vida no nos sonriera mucho nosotros sí lo hacíamos y, es que, era tan bonito el reflejo de tus dientes en mis púpilas. La curva de tus labios me herizaba la piel, aun sabiendo que yo no era la causa de ella. Nunca me he sentido igual desde que nos hemos perdido y, a lo mejor, nunca vuelvo a hacerlo. Seguro que no, porque contigo me sentía yo, me sentía completa, algo irónico siendo tú quien me ha vacíado. El caso es que aún recuerdo ese día, sobretodo porque temblaba como nunca, nada raro siendo tú quien estaba enfrente. Quise despedirme de ti, dándote otro cachito de mí; pero sé que no lo hice bien, sé que no me fui y no hay peor despedida que aquella que no hace más que alargarse. Pero cómo iba a querer despedirme de ti, cómo alguien va a querer no estar a tu lado. Contigo todo cobraba sentido, hasta yo parecía entenderme, pero ahora, ya lo ves, renuncio a ti, le quito un poco de luz a mi vida y sigo como si no me estuviera desangrando. No es fácil porque parece que tu nombre me tira marcha atrás, los recuerdos me piden que vuelva y es díficil ignorarlos cuando te echo de menos.
Quiero creerme cada vez que me digo que me has decepcionado, pero lo cierto es que después de todo he sido yo la que me he decepcionado. Sobretodo cuando no supe renunciar a ti y solo miré por mí, te puse entre la espada y la pared, cogiste la espada, me apuntaste y dijiste; se acabó. A nadie le he dicho lo que ha supuesto para mí todo este tiempo sin ti, porque no quiero admitir que, aunque hayan habido resultados buenos, lo he pasado realmente mal, como nunca antes; te necesitaba, porque siempre habias puesto toda tu confianza en mí y necesitaba seguir teniendo a alguien que me hiciera confiar en mí misma, pero tú no estabas y sentía la soledad dentro de mí, me buscaba y no me encontraba. Quería mirarme por dentro, no había nada y tú seguías sin aparecer. Ya no te importaba lo rota que pudiera estar, el dolor que pudiera haber en mí, porque ya no te importaba. Creo que no ha habido golpe más duro que aquel que sentí cuando te miré a los ojos y no pude reconocerte, porque fue como si nunca hubiera llegado a conocerte de verdad, como si todo el tiempo atrás hubiera sido una mentira. De algún modo u otro tenía que seguir adelante sin ti, pero es que me sentía tan culpable por todo que una parte de mí me decía que no lo merecía; luego comprendí que aunque yo hice cosas mal, tú también y, además, tú parecías estar mejor que nunca. Y me rompías cada vez que nos veíamos e ignorabas mi presencia y reías como antes solías hacerlo conmigo, pero seguía sin importarte el daño que pudieras causarme y tenerte enfrente era un infierno real. Lo sigue siendo, aún sabiendo que como mejor estamos es sin estar.
Puede que merezca la pena volver, solo por odiar un poco menos el mundo.