lunes, 18 de agosto de 2014

Demasiado cobardes como para respirar después de que alguien te diga que te quiere.

Recuerdo haber tocado el cielo y haber ardido en el infierno. Recuerdo que te tenía enfrente, mirándome a los ojos y que te dije ‘’te quiero’’. Recuerdo que a ti también se te paró el corazón. Porque a todo el mundo le pasa, somos demasiado cobardes como para respirar después de que alguien te diga que te quiere. Somos demasiado cobardes para todo lo importante. Cobardes para amar, cobardes para perdonar, cobardes para ser sinceros, cobardes para besar, cobardes para hablar, cobardes para sentir, cobardes para dejar ir, cobardes para olvidar. Y es normal, las cosas importantes acobardan a todo el mundo. Porque nacemos sabiendo vivir y enseguida aprendemos las cosas importantes, como querer, hablar, sentir o caminar. Pero dime si hay alguien que nazca sabiendo como dejar ir, como olvidar a alguien. A alguien que te enseña lo bueno de la vida. Dime como se deja ir a la persona que más quieres, como se olvida a quien es la razón de tus sonrisas.

lunes, 11 de agosto de 2014

No se acaba el amor sólo con decir adiós, hay que tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido, ni nos borra del mapa.

Lo cierto es que desde que nos dijimos el primer hola, sabíamos que teníamos fecha de caducidad. Y esta fecha se está acercando. Y lo odio. Porque sé que tendré que decirte adiós y que tú me dirás que seguro que volveremos a vernos. Pero y a mi qué. A mí lo que me importa es que no vas a volver a ser mi rutina en mi vida. Que como mucho te veré una tarde al mes, cinco minutos para contarnos como nos va.

Pero por aquel entonces yo ya tendría que haberte olvidado.  Tendría que verte solo como lo que realmente eres. Tendría que dejar de soñarte. Tendría que dejar de sentir. Aunque lo cierto es que, ya tendría que no sentir nada ahora mismo.


Ojala pudieras prometerme que todo seguirá igual. Pero ambos sabemos que no.

martes, 5 de agosto de 2014

Ojos tan normales como cualquier otros, pero son los ojos donde yo me encuentro.

Sus ojos eran de color tierra, siempre medio cerrados. Ojos oscuros con la lluvia, claros con el sol. Ojos insignificantes para el mundo, ojos con vida para mi. Podrías mirarlos durante toda la eternidad y te seguirían pareciendo unos ojo normales. En cambio yo los mire tan solo un momento y me transmitieron más que cualquier ojo del color del cielo o del mar. Me miró y pude ver esa mirada. Sí, esa mirada que te hace ver que todo vale la pena. Esa mirada de la que no te puedes olvidar, porque siempre esta en el reflejo de tus pupilas. Esa mirada vacía para algunos, llena para otros. Mirada que alivia, mirada que sana, mirada que te da vida.
Además quiero que sepas una cosa, cuando miro la luna, cuando miro las estrellas, cuando miro las nubes, el mar, la arena, cuando miro cualquier cosa insignificante, todo me lleva a ti.

Si digo que te quiero mucho, se me hace poco.

Ni he contado los días que llevo sin ti, ni los te quiero que me quedan por decir. Tampoco he contado las veces que te pienso, ni las que te sueño. Pero eso no ha cambiado nada. Tuve el poder de olvidarme de ti y no pude, así que decidí darle al tiempo el poder de olvidarte. Pero el tiempo no es magia, ni si quiera oro. El tiempo es vida, y la vida pasa. Pasan los días y solo se que te sigo pensando. Incluso más fuerte que antes. Y sé que no puede ser tan malo cuando me hace(s) sentir viva. Porque ahora sé que ni el tiempo, ni la vida, ni otros, ni tú, ni yo tenemos el poder de borrarte de mi memoria.