¿Dónde estás? Déjame encontrarte, por favor. Te has llevado una parte de mí y ahora estoy incompleta. Sé que este era el principal daño colateral que iba a llevar quererte, pero cuando me di cuenta de que mi corazón había empezado a latir por ti, ya era demasiado tarde. Qué voy a hacer si la impuntualidad de mis latidos coincidia siempre con tu presencia. También sé que no logras entenderlo, es normal, no te lo he explicado. Tampoco me has dejado. Puedes sentir miedo, puede acojonarte la idea de que alguién esté dispuesto a hacerte feliz después de tanto tiempo, pero mirar a otro lado tampoco va a ayudar, las cosas no desapararecen por mucho que cierres los ojos.
Tienes que saber que por mucho que quiera dejarte, no puedo irme así sin más. Es que no quiero dejarte. Quererte a supuesto volver a sentirme viva y no puedo renunciar a ello, por mucho que puedas romperme, por mucho que pueda perderme. Hay cierto dolor que estoy dispuesta a sentir con tal de compartir risa contigo. Puedo perderme doscientas veces, si después voy a encontrarme en ti. Sé que quererte es sinónimo de muerte, supongo que por eso tengo este miedo haciendo presión en mi pecho; pero es que también es sinónimo de vida, por eso la sonrisa frente a tus pupilas. Entiendelo, es imposible la muerte sin vida y la vida sin muerte. Ambas cosas forman parte de nuestra existencia, eres esencial en mí. Porque si el resultado de haber vivido es la muerte, el resultado de quererte es perderme.
Así que,
déjame hacer,
aunque luego
lo único que hagas
sea dejarme.