lunes, 21 de octubre de 2019

Todo pasa.

Hay un robot dentro de mí controlando cada paso que doy. He desarrollado la habilidad de no decir lo que siento y de construir muros que me alejen de cualquier precipicio. Bien lejos, sin riesgo a saltar, sin riesgo al dolor y ahora todo duele el doble.

Cuánto mal me hace no arriesgar, no ser yo, no dejar que se escapen las voces de mi pecho y dejar al corazón vivir. Lo siento, de verdad, pero yo no soy yo. Intento volver pero siempre hay algo que me lo impide, supongo que soy yo misma o serán los malditos miedos. 

Ahora sé que solo necesitó saltar y que me disparen a quemarropa, resucitar a mis sentimientos. Volver a ser quien era antes de que todo lo nuestro se fuera a la basura. 

Porque por mucho que no lo quiera admitir, estoy así por todo lo que nos ha pasado. Porque yo siempre creí que jamás acabaríamos así, pero ahora ya ni siquiera quieres decirme cómo estás y a mí no me quedan horas de sueño en la noche. Me está costando mucho volver a vivir y ni si quiera hay alguien que se de cuenta de que estoy en stand by. 

No sé cómo lo haré, pero lo haré. Se acabarán las noches de insomnio y las mañanas de odiar al mundo, se acabarán los malditos recuerdos repetitivos y los mil porqués. Algún día, en algún momento supongo que todo se calmará. 

Porque todo pasa, ¿No?

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